Estados Unidos en el nuevo mundo

 

Luis Herrera-Lasso M.

 

Luego de perder mayoría demócrata en las dos cámaras, el presidente Barack Obama anunció que promoverá una serie de medidas administrativas para avanzar en la regularización de los indocumentados en Estados Unidos, alrededor de 11 millones de extranjeros. Los republicanos John Bohener y Mitch McConnell, respectivos líderes de las cámaras, le respondieron que irse por su cuenta en este tema se tomará como una declaración de guerra.

 

Lo cierto es que la guerra de los republicanos en contra de Obama inició desde el mismo día de su elección. Por no ser uno de los suyos y por ser considerado una amenaza a sus intereses.

 

Efectivamente, el poderío republicano se consolidó con la administración de George W. Bush. En el abrir del nuevo siglo, el presidente Clinton dejó al gobierno de Estados Unidos con superávit fiscal, al país con superávit comercial y sin guerras en la agenda. En ocho años, los republicanos dejaron a Estados Unidos con el mayor déficit fiscal y comercial de su historia, comprometidos en una guerra sin posibilidad de victoria y sin liderazgo internacional. Obama arrancó con un robusto discurso que apuntaba a recomponer la agenda doméstica e internacional de Estados Unidos.

 

Sin embargo, el lastre republicano resultó demasiado pesado. En 2013 Estados Unidos registró un déficit comercial de 566 mil millones de dólares (mmdd) y un déficit fiscal de 776 mmdd. El rescate de la crisis financiera de 2008 costó a los contribuyentes 700 mmdd.

 

En el ámbito internacional las cosas no han ido mejor. La relación entre Israel y los palestinos se ha complicado aún más; la no intervención en Siria le abrió un magnífico espacio al llamado estado Islámico, amenaza muy superior a Al Qaeda; los temores por el desarrollo de armas nucleares en Corea del Norte e Irán no se han desvanecido y Rusia ha entrado en una etapa de recuperación de su viejo estatus territorial. La otrora presencia benéfica de Estados Unidos en áreas de conflicto ya no tiene el mismo efecto.

 

Así las cosas, hace unos días el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, recibió con alfombra roja a los miembros de APEC. En la galería de bienvenida colocó el acuerdo de distensión política con Japón; el de libre comercio con Corea del Sur; el de Rusia para la construcción de un segundo gasoducto y las pláticas con Vietnam para resolver diferendos territoriales. Todo esto cobijado en la declaracióntenemos la responsabilidad de crear y hacer realidad el sueño de Asia pacífico” y anunció con bombo y platillo la iniciativa de una zona de libre comercio para los países de Asia (FTAAP), en contraposición con la Alianza Transpacífica (TPP) liderada por Estados Unidos.

 

Mientras eso sucede en China, la agenda económica y social de Estados Unidos sigue acumulando déficits, rezagos y desajustes. La migración es uno de ellos. Los republicanos pueden sentirse orgullosos de los pocos logros de Obama y de que el legado de Bush siga marcando el declive de Estados Unidos. Echar atrás la reforma de salud e impedir la reforma migratoria son ahora sus principales banderas. Todo indica que hoy por hoy, las principales amenazas para el bienestar y el poderío de los estadounidenses están adentro y no afuera.

 

El presidente de México, en medio del evento que más ha lastimado al país durante su administración, logró salvar el viaje a China, entrevistarse con Xi Jinping y salir con 14 acuerdos bajo el brazo que acercan a México a ese nuevo mundo. Sin duda reflejo de un buen trabajo de su Cancillería y de su representante en ese país. Sin embargo, de vuelta a México y a la región, habrá que revisar con cuidado y responsabilidad lo que México puede hacer para apoyar a Obama en la guerra por la regularización, que no nos resulta ajena. Somos parte, y seguiremos siendo, más del viejo que del nuevo mundo.

 

Director de Grupo Coppan S.C.

 

lherrera@coppan.com