El show de la ONU

 

Bastantes personas me preguntan si sirve para algo la reunión tradicional de la ONU en estas fechas de septiembre a la que acuden muchos jefes de estado y gobierno. Mi respuesta sería que para menos de lo que creen los enamorados de las Naciones Unidas, pero para bastante más de lo que critican los escépticos.

 

El cónclave de Nueva York viene, en realidad, teniendo dos objetivos: que los dirigentes de todos los países expongan sus puntos de vista sobre la problemática internacional del momento y que, paralelamente a la reunión, esos dirigentes celebren entrevistas de interés con otros colegas, instituciones estadounidenses etc...

 

Los escépticos dirán que los discursos se celebran en una sala prácticamente vacía de personalidades importantes y donde nadie oye al orador. No les falta razón. Rajoy, por ejemplo, habrá tenido poco público, igual que otros notables.

 

La expectación se centra en lo que cuenta el presidente de Estados Unidos en la sesión inaugural (la sala en esos momentos está atestada de primeros espadas) y en lo que manifiestan las figuras conflictivas del momento. Este año, por ejemplo, lo que dijera el nuevo presidente iraní era esperado con avidez. Visiblemente conciliador, no ha defraudado.

 

Ahora bien, aunque los discursos pasen aparentemente desapercibidos, son una magnífica ocasión para que quede constancia de cual es tu postura ante determinadas cuestiones. A Rajoy le sirve no sólo para recordar el anacronismo de Gibraltar y mandar un mensaje conciliador, o no, o para mostrar tu posicionamiento ante alguna cuestión caliente actual, por ejemplo si hay que tener contemplaciones con Siria.

 

Las embajadas, los observadores toman así el pulso sobre lo que siente la comunidad internacional ante un problema. Recuerdo el año en que Bush dio a entender que si la ONU no actuaba contra Sadam Husein, él lo haría. En las intervenciones de otros oradores podía vislumbrarse, incluso en las omisiones del tema, por donde respiraban los integrantes de la Organización.

 

Hay periodistas españoles o italianos o mexicanos que se extrañan aún de que los discursos de sus presidentes no encuentren eco en la prensa americana. Es normal. No hay ninguneo, lo que no hay es espacio y lo único que aparece son las excentricidades, propuestas llamativas.

 

Por ejemplo, la de este año de Evo Morales de sacar a la ONU de Estados Unidos para evitar que Washington cree problemas de visados a los dignatarios de países que les son incómodos. La moción es un tanto disparatada. Estados Unidos viene dando los visados a Cuba, Corea del Norte... es su obligación.

 

Sacar a la ONU de Nueva York sería costosísimo. ¿Quién lo pagaría? Y los que acuden a las reuniones, incluso los que detestan al gobierno estadounidense o su cultura, están encantados de perderse durante unos días en esa sede del mal y del capitalismo podrido.

 

Pasemos al segundo objetivo, nada despreciable, las entrevistas. Las reuniones de la Asamblea de la ONU constituyen un magnífico pretexto para que el Secretario de Estado americano, John Kerry, se reúna con su colega iraní. Hace 25 años que no lo hacían. También para que el presidente iraní Rohani cuente al 'Washington Post' que quiere sentarse a demostrar seriamente que no van a construir la bomba nuclear.

 

Es una ocasión pintiparada para, en los contactos colegas (está todo el mundo allí), calibrar su determinación a la hora de castigar a Asad si no destruye las armas químicas, intuir cuántos piensan que con la salida del dictador sirio el remedio puede ser ahora peor que la enfermedad (las noticias de los progresos de los extremistas en las filas rebeldes son alarmantes), etc.

 

A Rajoy, en concreto, que habrá visto a una docena de colegas, el viaje le habrá servido además para explicar en medios estadounidenses importantes que la economía española parece salir del túnel y para hacer campaña para la candidatura española al Consejo de Seguridad.

 

Hay dos vacantes pronto en nuestro grupo y los rivales, por diversas razones, son peliagudos: Nueva Zelanda, niña bonita de la ONU, y Turquía. Mi experiencia me dice -en mi estancia en la ONU ganamos la votación- que cualquier gestión al nivel y forma adecuados, cualquier voto resulta precioso.