Intervenciones

 

Por: Oscar Guardiola-Rivera

 

En 1973 se alegaba como argumento “moral” para justificar la intervención de EE.UU. en Latinoamérica la defensa de la libertad y la protección de pueblos vulnerables. Como sucede con Siria hoy, en aquel entonces el dilema que confrontaba el gobierno americano consistía en siesperar y proteger nuestros interesesfrente a líderesirresponsablespor vías diplomáticas, o bienactuar ahora e impedir que se consolide su liderazgo”.

 

Ambos lenguajes, el moral y el del crudo realismo, ambas citas, provienen de la misma persona: Henry Kissinger, en un memo preparado para el presidente Nixon en 1970. En dicho memo, Kissinger reflexiona acerca de la respuesta que deban dar los EE.UU. a la elección de Salvador Allende como presidente de Chile. El punto no era si los EE.UU. admitirían tal decisión soberana, irresponsable según Kissinger. No. El punto era si para impedirlo era necesario actuar con sutileza o utilizar el martillo.

 

Los hechos eran irrelevantes. La decisión no seguía al análisis de los hechos y sus consecuencias. Como hoy, se trataba de hacer que los hechos confirmasen decisiones tomadas de antemano. Y evitar que en la intervención la responsabilidad de gente como Kissinger o Nixon fuese notoria.

 

Decidieron optar por una intervención limitada. Y actuar por interpuesta persona, sirviéndose de aliados prestos a realizar el trabajo sucio en sintonía con sus fines. La intervención en Chile estuvo sometida a un cálculo acerca del impacto que podría tener en el balance de poder. Pero la animosidad contra Allende era tan unánime entre la oficialidad americana —se lo temía más que al propio Castro— como lo eran sus expectativas: ellos querían para Chile una dictadura similar a la que apoyaban en Brasil y guerra total contra la izquierda.

 

Por ello actuaron tras bambalinas para que los renegados del ejercito chileno se acercaran a sus pares brasileños. Estos últimos serian patrocinadores directos del golpe, llegando a proveer a los primeros de armas químicas con las cuales llevar a cabo la guerra total contra la izquierda.

 

Los renegados tenían motivaciones propias, que los estadounidenses no siempre reconocieron. Por ejemplo, el fundamentalismo religioso heredado de la derecha española, que les permitió demonizar a la izquierda. Dicho fundamentalismo también informó sus planteamientos jurídicos y económicos, tanto o más que las modas provenientes de Chicago.

 

Aun informa la constitución de la cual quieren deshacerse los jóvenes chilenos a partir de noviembre. Ellos y ellas, quienes han rehabilitado hoy el nombre y las palabras de Allende.

 

*Óscar Guardiola Rivera